“El propósito de abolir el pasado ocurrió en el pasado
y –paradójicamente– es una de las pruebas de que el pasado no se puede abolir.
El pasado es indestructible: tarde o temprano vuelven todas las cosas.”
J. L. Borges
A mis hermanos, mis hijos, mis sobrinos:
Rompo, unilateralmente, el pacto tácito de silencio impuesto por el miedo, para la recuperación de estas visiones dramáticas, incrustadas en el fondo de nuestras conciencias.
Lo hago por varias razones.
La primera es, por supuesto, Nohemí. Nohemí y la forma demencial en la que nuestros padres alteraron el curso de su vida.
Nohemí y su derecho inalienable a conocer la verdad. El nombre de su madre. La historia de su madre. Las verdaderas circunstancias que acarrearon esta tragedia.
Nohemí y su redención cuando pueda ¡al fin! exigirle a este par de bárbaros que le expliquen –mirándola a los ojos– cómo se atrevieron.
Nohemí y su derecho a la debida compensación, ahora que la reparación es imposible.
La segunda razón soy yo misma. La historia de Nohemí quedó registrada en el fondo de mi memoria, como una laceración emblemática de otras historias que se acoplaban con la anterior y con la siguiente, y que impedían que los recuerdos de mi infancia coincidieran con la versión oficial de los recuerdos de mi infancia.
Esta historia –que corresponde a los primeros once años de mi vida– me ha perseguido por todos los mares y los caminos del mundo que recorrí tratando de dejar atrás esta historia que no se quedaba atrás porque estaba dentro de mí y siempre resurgía, al final de ciertas perras memorables, a la hora de las confesiones.
Nada que hacer: la única forma de salir de esta historia es sacarla de dentro de mí.
Y ser la primera en pedirle perdón a Nohemí porque, primero ellos la esclavizaron, pero después todos la abandonamos.
La tercera razón por la que rompo mi silencio son ustedes: mis hermanos, mis hijos, mis sobrinos: por lo único que les pediré perdón es por no haberlo hecho antes.
Hemos crecido todos con el discurso de pertenecer a una estirpe privilegiada, solidaria, decente, inteligente y buena. En la base, Vita y Nicita, se han sacrificado para brindarnos siempre lo mejor posible. Sobre ellos y sus mentiras, impuestas como dogma, hemos cimentado el edificio de nuestra familia…
...Que se derrumba como un castillo de naipes cada vez que enfrenta verdaderas pruebas.
Porque nada sólido puede edificarse sobre bases tan deleznables: un hombre sin carácter y una mujer enferma –víctimas a su vez de sus propias historias–, que se reprodujeron ad nauseam, sin amor ni responsabilidad. Capaces los dos –simultáneamente o a su turno– de mostrarse sumamente cariñosos, atentos, serviciales y obsecuentes, con aquellas personas que aman, que temen o que envidian. Y al mismo tiempo, demencialmente crueles, tiranos, cínicos, mezquinos, feroces, con aquellos que desprecian, o que consideran inferiores.
Desconozco aún su verdadero criterio de clasificación. Pero, aunque en esta familia cada uno sabe si es de los bien amados o de los mal amados, para ambos grupos nuestros padres resultan igualmente nocivos: a los primeros, les sabotean la vida rotundamente (y ese miedo a bascular…), a los segundos, les aplastan el ánimo, les extirpan la alegría.
Al origen de todo está el miedo.
Por decreto, nos vemos obligados a negar la verdadera historia que se está desarrollando en nuestras narices y a echarnos nosotros mismos el cuento de la estirpe privilegiada, de la familia solidaria y la infancia feliz. Pero nuestra historia verdadera ha sido más bien una de irrespeto, de negligencia, de abuso, de mugre, de demencia, mentira, hostilidad, vulgaridad, caos…
Pero sobretodo una historia de violencia.
Algunas veces, aquella violencia explosiva. Pero las más de las veces esa violencia sorda, soterrada, rastrera, inminente, perenne. Que nos inoculó el miedo. Que nos convirtió en esta constante sonrisa hacia afuera con un campo minado por dentro…
Aunque no todo ha sido siempre adverso en nuestra historia: Yo, por ejemplo, tuve hermanos.
Los mejores: buenos, generosos, solidarios. Particularmente conmigo que siempre fui la más cobarde, la más frágil, la más patética.
Con el paso del tiempo, algunos nos rebelamos contra nuestros padres; otros aprendimos a llorar en silencio y bruxamos durante el sueño; los demás, nos hicimos sus lamentables epígonos, reproduciendo sus esquemas, imitando sus gestos.
Bendito midios que me tocaron de hermanitos. Bendito midios que no me tocaron de padres ni de cónyuges.
Porque si pudiéramos darle un vuelco a la historia y recuperar la memoria extraviada en los resquicios de la obediencia y el silencio, encontraríamos en nuestro verdadero anecdotario ancestral, la semilla de ese terror. Pero aún más grave: que nosotros somos hoy la nueva semilla. En la actitud sumisa y cómplice podríamos ver la imagen de los actores de nuestro siguiente infortunio.
En la historia de Nohemí, seguramente encontrará nuestra nueva generación respuesta a algunas de esas preguntas que aún no han sido formuladas. Ya que las mentiras piadosas no nos han beneficiado, conocer nuestra verdadera historia debe ser el primer paso para aprender a respetar lo que somos y construir nuestra autoestima. Empezar a reparar las secuelas de tanta abyección será un principio para evitar a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos, el dolor de portar el lastre de nuestras taras. Para dejar de confundir dignidad con silencio y solución con negación.
Es seguramente lo que nuestros padres hubieran hecho si hubiesen sido conscientes de la devastación que acarreaban sus actuaciones y sus mentiras.
Todo el mundo debería tener derecho al menos a una terapia en su vida. Pero al terapeuta hay que decirle la verdad.
Besos a todos,
Mónica
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ESTA HISTORIA TIENE FINAL FELIZ
Una
Acción de Tutela fue solicitada y ha hecho su trámite hasta la Corte
Constitucional, donde ha sido seleccionada para revisión.
La Sala ha decretado las siguientes pruebas:
→ Oír a Nohemí ✓
→ Oír a mis padres ✓
→ Convocar la Armada para que conteste
→ Convocar al reemplazo de mi padre
→ Publicar en prensa y radios en el Tolima para buscar parientes
→ Oficiar en la Parroquia Ntra. Sra. Del Perpetuo Socorro de Anzóategui para buscar partida de bautismo ✓
→ Oficiar
en la Registraduría Nacional del Estado Civil para busca registros
civiles de Nohemí, de su madre y de su tío; así como los firmantes como
testigos en el documento de ‘adopción’
→ Oficiar en el Instituto de Medicina Legal a fin de determinar las secuelas dejadas por los hechos relatados ✓
→ Invitar para que dictaminen técnicamente sobre los hechos a:
● La misión en Colombia de la Organización Internacional para las migraciones (OIM)
● La misión en Colombia del Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la mujer (ONU MUJER)
● La organización Sisma Mujer
● La representación en Colombia de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC)
● Al Grupo de Lucha contra la Trata de Personas de la Dirección de Gobierno y Gestión Territorial del Ministerio del Interior
● A la Defensoría del Pueblo
● A la Procuraduría General de la Nación
Después de escuchar las sorprendentes declaraciones de mis padres, la Corte ordenó más pruebas
→ Al Ministerio de Salud para que informen sobre si Rosario y Abel (la madre y el tío) figuran en la Seguridad Social
→ A
la Registraduría, al Inpec, a la parroquia de Anzoátegui, a la Policía
nacional por su competencia para buscar personas desaparecidas
→ A
Grupos de DOHA, Derecho penal de las universidades del Rosario,
Nacional, Javeriana, Andes y la Fundación Esperanza, para que den
concepto técnico sobre el caso.
Ahí vamos…